Cicatriz en el corazón

Aquel no era su día. Estaba claro. Ya no le podían pasar mas cosas y, en cierto modo, le daba exactamente igual.

Mientras volvía a casa derrotado y consternado, caminaba bajando las escaleras del metro sin percatarse de que todavía llevaba el ramo de flores en la mano. Todo había pasado muy rápido y le habían dejado en shock.

La historia venía de lejos: estaba enamorado de ella desde hacía dos años pero nunca había oportunidad de decirle nada. Al principio porque ella tenía novio. No es una cosa que a uno le guste hacer, romper una pareja, así que no se metió y día tras día vio como aquella relación se iba a pique, triste por verla sufrir pero esperanzado porque algún día podrían estar juntos. Después, cuando aquel desastre al que ellos denominaban relación se fue al garete habían llegado a un extraño punto en el que eran amigos y entonces ya estaba demasiado metido en la amistad como para declararse.

Le costó un año completo de pensamientos encontrados y dudas decidirse a decirle algo y aquel había sido el día elegido. Primero compró un ramo de flores, porque con flores todo parecía más alegre, más romántico y, que el supiese, a ella no le habían hecho jamás ese tipo de regalo por sorpresa por lo que lo vio como un punto a su favor. Después fue a la peluquería y se cortó un poco el pelo para parecer más decente y, finalmente, se encaminó a una cafetería en la que habían quedado a tomar algo, como solían hacer después del trabajo.

Nada más llegar supo que habría problemas. Ella estaba sentada allí con otro chico, hablando tranquilamente y al verle entrar le lanzó una sonrisa de complicidad, después, sus ojos se posaron en el ramo de flores y luego empezó a estar realmente incómoda.

En unos segundos que a él se le antojaron eternos, ella le dijo algo al chico, se levantó de la mesa y mientras este se distraía con un periódico abandonado sobre la mesa ella se deslizó junto a él, lo agarró del brazo y lo sacó del café.

- ¿Por qué vienes con un ramo de flores?¿Ha pasado algo? - espetó ella, visiblemente nerviosa.
- Bueno, porque quería traerte unas flores. - masculló él - ¿Quién es ese tío?
- Un amigo...un amigo al que vas a espantar. - dijo ella, enfadada.
- No quería cortarte el rollo. - dijo él, mirando al joven por encima del hombro de ella - No parece muy tu tipo...
- Y no lo es. - aclaró ella.
- Entonces, ¿por qué te enfadas si no es tu plan?
- No, claro que no es mi plan. Es para ti.

Ella no fue consciente del respingo interior que dio él ya que se puso derecho de golpe como si le hubiese dado un latigazo en la espalda. ¿Cómo que un plan para él? ¿Con un chico?

- Es muy mosqueante que te hayas personado con las flores, el chico va a pensar que es una encerrona y se va a mosquear. - explicó ella, fastidiada.
- A mi no me gustan los chicos. - aclaró él.
- ¿No? - parecía tremendamente sorprendida - Pues siempre he tenido esa impresión.

Durante unos minutos compartieron el silencio más incómodo que ha habido nunca en la historia de los silencios. Luego ella miró al suelo, volvió a mirar las flores y le miró a él, esperando algún tipo de explicación.

- Esto era para ti. Quería decirte que me gustas, que te quiero y que llevo años enamorado de ti, tratando de armarme de valor para decirte que...
- No. No puede ser. - dijo ella, cortando su declaración con frialdad - No lo veo, nunca te he visto así, somos amigos y esto seria muy raro.
- Pero...
- No, lo siento. No puede ser. - ella bajó la vista al suelo - Debería volver a la mesa, si no le va a parecer mal. Encima que lo he liado para bajar. ¿Vienes?
- No. 

Y giró sobre los talones como en un sueño y se alejó del café. No podía a penas respirar, sentía que se le desgarraban las entrañas. Era una de las sensaciones más horribles que había tenido en la vida. Y así, deambulando con el corazón roto, fue como llegó al metro.

Mientras iba en el vagón sintiéndose más solo que la una pese a que era casi hora punta y el metro entero olía a humanidad, se devanó los sesos pensando en qué momento le había dado a entender que él era gay. No lo tenía demasiado claro.

Finalmente llegó a casa, sintiéndose destrozado, hundido. Cuando iba a meter la mano en el bolsillo fue cuando se percató de que aún llevaba el ramo en la mano. Lo miró con desesperación, treinta euros desperdiciados en un buen deseo de colores amarillos, malvas, rosas y blancos. Lanzó el ramo al suelo y lo pisoteó hasta dejarlo completamente destrozado mientras las lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas.

Entró en casa, se tiró vestido en la cama, a oscuras, en silencio. Se sintió solo, triste y desgarrado. Su esperanza, el amor que sentía y lo sucedido se le avalanzaron y siguió sollozando hasta que se durmió. Consciente de que el corazón se le había roto y que tardaría mucho, mucho tiempo en cicatrizar.

FIN

Escrito para el Reto Express: Corazón Solitario de The Inspiration List.

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2 Comentarios

  1. Guau. Menudo giro! Eso sí que tiene que doler... Me he reído mucho, la verdad, aunque el tema es triste y tal, pero me he sorprendido. Muy bueno, de verdad.

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    1. Muchas gracias, guapa. Si, ha tenido un punto tragicómico casi sin querer...jejeje. Me alegra que te haya gustado.
      Un besote.

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