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Reto Bradbury #3 | Hora del té
Habitualmente, eso no supondría un problema, no para alguien normal. Pero Lara era una chica un tanto extraña cuya mente navegaba por el otro lado de la realidad.
Sí. Estaba completamente loca. Diagnosticada.
Siempre había estado inventando historias, viendo cosas donde no las había y los doctores le habían dicho a sus padre que padecía cierta esquizofrenia, leve, decían ellos, que si conseguía mantener la medicación al día no habría problema y haría vida normal. Con esta noticia sus padres volvieron a tener esperanza en que todo iría bien. Pero no fue así.
Todo era extraño para Lara hasta que un día, en el jardín de su casa vio pasar a un conejo blanco con reloj de bolsillo que gritaba que llegaba tarde y corría y saltaba sin parar. Ese día todo cambió para ella.
Ante tal visión, Lara no hizo otra cosa que salir corriendo tras el conejo para tratar de alcanzarlo. En su camino encontró a muchas criaturas: una liebre, un ratoncillo, un gato que hablaba...hasta que finalmente dio con el conejo blanco y le invitó a tomar té en su casa.
Cuano los padres de Lara fueron avisarla a su cuarto de que ya era hora de cenar, la terrible escena que se encontraron les hizo estremecerse de pies a cabeza: Lara había organizado una fiesta del té, con su mesita de juguete de cuando era niña, alrededor de la mesa, sentados y vestidos con los trajes de sus muñecas de la infancia, se hallaban cadáveres de diversos animales presididos por un conejo que probablemente era blanco pero ahora su pelaje estaba plagado de manchas rojas y rosadas de diferentes intensidades, sobre la cama, riendo sola y sorbiendo una taza de té imaginario estaba Lara, ataviada con un disfraz de muñeca de hacía unos años lleno de sangre de los animales muertos.
—¿Qué has hecho, Lara?—preguntó su madre con la voz quebrada.
—Lara no está aquí. Aquí sólo está Alicia. ¿Queréis tomar el té con mis amigos?
Lara se incorporó, con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo extraño en los ojos. El mismo brillo que tenía cuando la policía la detuvo paseando a saltitos por la calle mayor de la ciudad llevando la cabeza de su madre bajo el brazo.
Ante tal visión, Lara no hizo otra cosa que salir corriendo tras el conejo para tratar de alcanzarlo. En su camino encontró a muchas criaturas: una liebre, un ratoncillo, un gato que hablaba...hasta que finalmente dio con el conejo blanco y le invitó a tomar té en su casa.
Cuano los padres de Lara fueron avisarla a su cuarto de que ya era hora de cenar, la terrible escena que se encontraron les hizo estremecerse de pies a cabeza: Lara había organizado una fiesta del té, con su mesita de juguete de cuando era niña, alrededor de la mesa, sentados y vestidos con los trajes de sus muñecas de la infancia, se hallaban cadáveres de diversos animales presididos por un conejo que probablemente era blanco pero ahora su pelaje estaba plagado de manchas rojas y rosadas de diferentes intensidades, sobre la cama, riendo sola y sorbiendo una taza de té imaginario estaba Lara, ataviada con un disfraz de muñeca de hacía unos años lleno de sangre de los animales muertos.
—¿Qué has hecho, Lara?—preguntó su madre con la voz quebrada.
—Lara no está aquí. Aquí sólo está Alicia. ¿Queréis tomar el té con mis amigos?
Lara se incorporó, con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo extraño en los ojos. El mismo brillo que tenía cuando la policía la detuvo paseando a saltitos por la calle mayor de la ciudad llevando la cabeza de su madre bajo el brazo.
FIN
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