Shadowlight | T1x01: La explosión


T1x01 - La explosión
Era una noche normal, como siempre, en el Evil´s Alley. Decían que era un bar aunque estaba más cerca de ser un antro, a medio camino a la clandestinidad. Era un local perdido en un callejón en los bajos fondos de la ciudad y, sin embargo, solía estar lleno de gente. Y como un día normal, estaba hasta arriba.

El Evil´s Alley no tenía ventanas, una de las cosas que más preocupó a su propietario cuando lo había comprado, aunque visto en perspectiva se había ahorrado un montón de pasta en limpiacristales así que acabó conlcuyendo que era una buena opción. El local estaba entre dos callejones, uno por delante y otro por detrás, aunque la entrada principal estaba en el que venía a salir a una de las calles principales del barrio lo que hacía que, al final, el bar fuese bastante conocido, al menos entre los parroquianos del vecindario.

El propietario, Mac, era un chico joven de estatura normal, pelo castaño claro y ojos verdes, con cara de tipo duro aunque se le veía buena persona en el fondo. No es que lo suyo fuese la gente y, quizá, dada su naturaleza un tanto introvertida, no había sido una buena opción hacerse con un trabajo de cara al público pero su escaso don de gentes lo compensaba con precios razonables, así que la combinación funcionaba y el local le generaba unos ingresos óptimos para vivir son estridencias.
Aunque su imposibilidad de hablarle a la gente de forma fluida y amable no era su mayor problema. Había un pequeño detalle que le impedía interactuar con normalidad con las personas de su entorno y, aquella tarde, le estaba dando muchos problemas. Otra vez, como todos los días de aquella semana, los pensamientos de la gente se le agolpaban a la vez en la mente levantándole un terrible dolor de cabeza. Según terminó de servir unas bebidas le dijo a Jerry, su ayudante, que le sustituyese mientras él iba a tomar el aire.

Mac salió por la puerta trasera y se dejó caer apoyándose en la mugrienta pared. Sabía que algún día tendría que darle un repaso a la fachada pero no estaba entre sus prioridades en ese momento. Sólo quería que aquel maldito dolor de cabeza parase de una vez y que los pensamientos dejasen de agolparse en su cabeza de aquella manera. 

Hacía mucho tiempo que había descubierto su "don", como algunos le llamaban, aunque para él era una maldición, una pesadilla incontrolable. Llevaba años recibiendo pensamientos de la gente pero en las últimas semanas se había intensificado de forma que él sentía que tenía una especie de parabólica amplificándole las señales mentales de varios metros a la redonda. Ahora hasta podía escuchar a las personas que vivían a tres manzanas y era insoportable. Encima, dado que al día siguiente el presidente iba a dar un discurso, la gente estaba especialmente alterada y preocupada por lo que Mac estaba recibiendo una buena sobredosis de información de todo tipo, muy a su pesar.

Estar fuera no hacía que las voces cesasen pero si que se escuchasen más bajo. Había descubierto que cuánto más cerca estaba mejor era la "señal" por lo que recibía todo más alto y, a medida que ponía distancia, la intensidad de los pensamientos bajaba y eran como susurros en su mente. No era un consuelo pero sabía que cuanto más alejado estaba de las personas más relajado se iba a encontrar.

A pesar de que Jerry era su empleado y no se iba a quejar de su ausencia, Mac se levantó del suelo y decidió volver a entrar porque, a fin de cuentas, era su trabajo. Nada más entrar en el local los pensamientos volvieron a golpearle como un mazo y el dolor de cabeza volvía paulatinamente, suspiró y se dirigió a la barra donde Jerry le hizo señas con las cejas en dirección a una chica sentada en la esquina. Mac se acercó a ella.

- ¿Qué te pongo, Sasha? - le preguntó a su vieja amiga.
- Lo de siempre. - respondió ella, bastante desanimada.

Mac sabía por qué estaba desanimada. No necesitaba preguntar, ella emanaba muchísima ansiedad y frustración de su mente. Sasha era técnico de laboratorio e hija de un doctor considerado una eminencia en su campo. El problema del doctor era que no era consciente de la existencia de su hija por lo que la castigaba con su indiferencia constantemente, llegando incluso a pasarse días hablándole con monosílabos o gruñidos como si ella fuese una molestia constante. Sasha, que se había criado prácticamente sola, buscaba su constante aprobación y atención sin éxito y cada vez estaba más y más decaída.

- ¡Cuánta gente! - observó ella mientras Mac le preparaba un combinado - Cómo se nota que el presi va a hacer una de sus apariciones estelares para no decir nada.

Mac rió y le sirvió la copa a Sasha, dándole una cariñosa palmadita en el brazo. Luego le guiñó un ojo y fue a atender a otros clientes. Cuando terminó y volvía para hablar con ella sucedió algo terrible.

El suelo y las paredes retumbaron. Muchos clientes se cayeron al suelo y otros se tiraron por seguridad.

El sonido de una terrible explosión hizo que los parroquianos se llevasen las manos a los oídos, aunque tarde. Mac tenía un pitido agudo en la cabeza junto con centenares de pensamientos ansiosos que se le agolparon en la mente causándole un dolor brutal. En cuanto se percató de que físicamente se encontraba bien trato de ver cómo se encontraba Sasha y el resto de clientes.

- Tranquilos, ¿estáis todos bien? - preguntó.

Los clientes se fueron levantando del suelo poco a poco, preocupados y aturdidos. De pronto el discurso del presidente había dejado de importar y el problema era la maldita explosión que acababa de suceder. ¿Qué coño había pasado?

Mac salió a la calle con cierta cautela, a fin de cuentas, nadie sabía qué estaba pasando o si podía haber otra explosión. Al principio pensó que podía haber sido una explosión por gas hasta que recordó que en la parte pobre de Oakville no había de eso desde la guerra. Suspiró y se dirigió a la calle principal para descubrir, no sin sorpresa, que todo el asfalto estaba levantado como si algo terrible hubiese emergido del interior.

Algo había explotado bajo la capa de cemento y grava dejando el caos a su paso. ¿Por qué alguien había puesto una bomba en la parte pobre de la ciudad?

Miró alrededor aunque no vio a nadie. Desde luego, el autor de los hechos debía estar muy lejos de allí en aquel momento, al menos, eso pensaba Mac porque sería lo que él haría si hubiese puesto una bomba en alguna parte.

Se encogió del hombros y regresó al bar. Allí, los clientes especulaban sobre lo ocurrido bastante preocupados. Mac intentó calmar los ánimos aunque la explosión había dejado el local sin luz y estaban en un íntimos ambiente creado por las luces de emergencia.

Sasha estaba nerviosa. Lo notaba, sus pensamientos eran de alarma, preocupación y algo más. Mac no quiso indagar demasiado en aquella idea en el fondo de la mente de su amiga. No era la primera vez que una amistad se iba al traste por saber demasiado de sus pensamientos.

- ¿Todo bien? - le preguntó.

Sasha agitó la cabeza afirmativamente. Luego se puso en pie.

- Tengo que mear. - anunció.
- Cuidado por allí. - previno Mac

Sasha le guiñó un ojo como respuesta y se perdió camino del baño de señoras, como siempre, al fondo a la derecha.

Pasados unos minutos y tal como Mac esperaba, una patrulla de soldados apareció en el local para hacer indagaciones. Varios clientes se largaron por la puerta de atrás y los que se quedaron se mostraron muy esquivos en sus respuestas. Era lo habitual en el barrio pobre, nadie se iba de la lengua, nadie veía nunca nada ni sabía nada.

La patrulla fue identificando al personal presente en el local. Uno de ellos se extrañó tras escanear la huella dactilar de Sasha con su identificador.

- ¿Está un poco lejos de su casa, no, señorita Garrett? - le preguntó a Sasha
- Sí, pero este es mi local favorito, hace tiempo vivía por aquí y tengo algunos amigos. - comentó ella, quitándole importancia.

El soldado comprobó el historial de residencia de Sasha y verificó que era cierto, también observó otras cosas sobre su adolescencia y le lanzó una sonrisa burlona.

- No debería frecuentar este local, al menos si quiere seguir pareciendo una señorita respetable.

Sasha sonrió sardónicamente y se sentó de nuevo en la barra. Los soldados siguieron identificando hasta acabar con todo el personal del local y, acto seguido, se llevaron a tres personas de entre los presentes. No es que fueran culpables pero, al menos desde que Mac y Sasha tenían uso de razón, los soldados siempre se llevaban a alguien para imponer respeto y miedo, tuviesen o no que ver con los hechos investigados.

Mac y Sasha intercambiaron una mirada llena de inquietud.

- ¿Por qué alguien haría explotar una bomba en este barrio? - preguntó Mac, con la indiferencia propia de un barman que habla del tiempo.
- No lo sé. - respondió Sasha aunque su cerebro respondió algo distinto.

Mac trató de no reaccionar a lo que acababa de leer en la mente de Sasha pero el resto de la noche le estuvo dando vueltas. Ensayo. ¿Un ensayo de qué y para qué?

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