¿Qué podría salir mal?

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¿QUÉ PODRÍA SALIR MAL?
Quizá no debería estar allí. Algo detrás de su nuca, como un pinchazo continuo, se lo venía advirtiendo desde hacía horas. Intentó desterrarlo de su cabeza diciendo que era el típico miedo normal ante algo así, a fin de cuentas, no era una tarea fácil.
Se notaba que estaba nervioso porque tamborileaba con los dedos sobre el volante. Le sudaban las manos. El coche, que ya de por si no olía muy bien, empezaba a tener ambiente de gimnasio abarrotado.
No quería llamar mucho la atención, así que, para mitigar los nervios y para pasar desapercibido, encendió un cigarrillo y sintonizó la radio. En ese momento estaban poniendo una serie de canciones de los ochenta. Tarareó las letras entre calada y calada.
Miró el reloj, ¿era posible que el tiempo pudiese ir más lento? No era algo que pudiese ocurrir realmente. Eso era discutible desde el punto de vista de la lógica y de la ciencia, pero sí tenía la sensación de llevar esperando a sus compañeros desde hacía un millón de años.
No le había gustado la idea de atracar la gasolinera, pero necesitaban el dinero con urgencia. No eran atracadores, no eran profesionales. ¡Qué coño! Eran buena gente pero habían tenido una temporada en la que parecía que un tuerto, un gato negro y los vendedores de escaleras habían confabulado para atraer hacia ellos la mala suerte.
Debían mucho dinero y la gasolinera era la única que había en la carretera en casi cincuenta kilómetros a la redonda, había sido un fin de semana festivo y no habían cambiado el turno todavía: era el momento perfecto para quedarse con toda la recaudación.
Al principio les había parecido una locura pero ¿qué podía salir mal? Era el momento perfecto en el lugar indicado y tenían que aprovecharlo.
Al cabo de un momento alguien golpeó la ventanilla con impaciencia. Miró y reconoció a Raúl con cara de fastidio y terror. Intentó distinguir en la oscuridad pero no vio a Jesús por ninguna parte.

- ¡Vamos, tío, larguémonos! – chilló.

- ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Dónde está Jesús?!

- No importa, arranca. Va a llegar la policía, la ambulancia y a saber quién más.

- Pero, ¿qué ha pasado? – quiso saber, preocupado por todo.

- Le ha dado un infarto. No sé, le pudieron los nervios y se ve que no estaba muy bien de salud.

- Y ¡¿le has dejado allí?!

- Hombre, no esperarías que me quedase para que nos pillen. Ya estábamos en pleno atraco. Encima, se nos quedó la bolsa de la pasta… ¡Arranca de una vez!

Respiró hondo y arrancó. No entendía cómo todo se torcía siempre pero estaba seguro de que, aunque Raúl no se hubiese dado cuenta todavía, ahora mismo estaban muy jodidos. Jesús les diría todo a la policía y los tres irían a la cárcel. No por mucho tiempo pero si lo suficiente como para que la fortuna se les volviese a poner de culo una vez más, y quizá literalmente.
Muchas cosas podían haber salido mal pero esa era la única que todavía no se le había pasado por la cabeza.
¡Un infarto! Puto Jesús y su fobia a los médicos.
En fin, estaba claro que nada podía ir peor. ¿O sí?

FIN

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