The Fang Game Series T1x01

MEDIANOCHE
Ya eran más de la doce. Había sido una jornada dura en el Cocoa & Vanilla y Mark estaba hecho polvo después de toda la tarde sirviendo todo tipo de cafés, tartas y otros dulces.
Mientras cerraba la verja vio a Keyla dos bajos más allá, por lo visto se había quedado algo más adelantando algún papeleo. Se sintió un tanto mareado, Keyla Evans era la chica más guapa del instituto, inalcanzable y a la vez, parecía una chica muy cercana. Mark se alegró de que la oscuridad la tapase un poco los colores porque ella le saludó con un cordial y alegre buenas noches que le hizo ruborizarse como una amapola.
- ¿Vas a casa? - preguntó ella terminando de cerrar la verja de la agencia de viajes.
- Sí, claro. - aunque era una obviedad, cualquier excusa le pareció buena para iniciar una conversación con ella.
- Yo también, aunque se me ha hecho un poco tarde. - comentó ella, de forma trivial - ¿Te importaría acompañarme? Con lo que está pasando me pone un poco nerviosa ir sola hasta mi casa.
Keyla le lanzó una de esas sonrisas tan cálidas que ella solía ofrecer y Mark notó que una inmensa fortaleza y valentía le invadían el espíritu. Dejando a un lado la razón clara y transparente de que Keyla Evans vivía al otro lado del pueblo y que después él tendría que cruzar nuevamente toda la ciudad en dirección opuesta, Mark se vio casi empujado a decirle que sí. Dejando que la lógica y la razón se perdiesen en brazos de algo parecido a una cita.
- Claro que no me importa. - dijo Mark, tratando de contener parte de su entusiasmo.
- Menos mal, de verdad que me ponía nerviosísima ir sola. Gracias. - Keyla corrió hacia él, haciendo resonar sus tacones de aguja contra la acera y cuando llegó, su olor a perfume de anís y jazmín transportó a Mark a un sin sentido de imágenes que le volvieron a hacer sonrojar.
Terminó de cerrar la verja, comprobar que todo estaba correcto y salió caminando rumbo a la casa de los Evans.
Por el camino, Keyla se le agarró del brazo, a Mark parecía que el corazón se le salía del pecho, no podía creer que aquella chica le estuviese tocando. También le hablaba, de hecho, Keyla parloteaba sin parar contándole quién sabe qué cosas de su trabajo, él la dejaba hablar aunque no la escuchaba, sólo contemplaba lo guapa que era. Y si, allí estaba él, Mark Harris, un don nadie con aquella chica super popular, caminando juntos a casa.
De madrugada.
Cuando nadie podía verlos.
Sintió un poco de pena de sí mismo. Esa era una de aquellas cosas que no podría contar, Keyla no le diría a nadie que él la había acompañado a casa y nadie le creería si lo contase. Se sintió un poco estúpido hasta que Keyla se apretó contra su brazo al pasar por delante de la gasolinera.
- Este sitio me dá escalofríos. - murmuró ella.
- Ya, a todos un poco.
La gasolinera del pueblo hacía tiempo que era propiedad de una vampiresa. Desde hacía un tiempo todos se habían enterado y les daba no se qué pasar por delante por la noche. De día ella no estaba y aunque rara era la noche que se pasaba por allí, te la podías encontrar algunas veces. Daba un poco de miedo porque tenía aquella mirada vacía y dura que tenían muchos vampiros y eso no es que les hiciese muy populares.
Aquella noche parecía que Erin, la propietaria, no estaba por allí. Quizá estaba comiéndose a alguien.
Desde hacía unas semanas se sucedían diversos crímenes extraños y todo apuntaba a que los vampiros o los cambiantes eran los culpables. Quién sabe qué tipo de criatura oscura lo podía estar haciendo, así que todos estaban alerta y preocupados.
Como era de esperar, ambos llegaron a casa de los Evans de una pieza. Keyla le agradeció que la acompañase y antes de Mark pudiese prepararse le plantó un suave beso en la mejilla y salió corriendo hacia su porche.
Mark se alejó, contemplando la casa de dos plantas de los Evans, una casa con la que él sólo podía soñar. Luego se dio la vuelta y afrontó el duro y solitario camino de vuelta.
Tenía que pasar otra vez por delante de la famosa gasolinera, así que apuró el paso para no tener que estar por allí más tiempo del necesario. Sin embargo, una figura apoyada en una farola le silbó para llamar su atención. Mark se giró un poco agitado, no distinguía bien a contraluz la silueta.

- Ha sido tu noche de suerte, ¿eh? - comentó casi en un grito la figura.
- ¿Will?
El chico que estaba apoyado en la farola se movió para dejarse ver a la luz. Mark supo al instante que había acertado, se trataba de un antiguo compañero de instituto, Will Spread. Todo el mundo se había sorprendido de que dejase el instituto y durante un tiempo los problemas de liquidez de su familia fueron la comidilla de la ciudad.
- No me puedo creer que la Evans te haya cogido para uno de sus paseos nocturnos.
- ¿Perdona?
- Que te ha cogido de pringado. - le espetó Will - Lo hace cada vez que sale tarde, yo piqué un par de veces. Es esa sonrisa que tiene, casi no le puedes decir que no. Que no te coja de tonto, si no te tocará acompañarla cada vez que esté sin cita.
Mark se sintió enfadado y humillado. Tenía ganas de darle un puñetazo pero se contuvo.
- Gracias...supongo. - respondió un poco seco.
- De nada. Anda, salgo en cinco minutos. Si te parece, te llevo a casa. - se ofreció.
Mark no tenía nada mejor que hacer, así que le pareció una buena idea. Esperó los cinco minutos, tras los cuales llegó una chica que él no conocía, estuvo hablando un momento con Will y luego este salió y le hizo un gesto para que le siguiese hasta el coche.
Will tenía un Dodge Challenger azul un poco hecho polvo. Probablemente era de tercera o cuarta mano, lo que él se hubiese podido permitir. Se dirigieron hacia la parte este de la ciudad, donde vivían la mayoría de los trabajadores que no podían permitirse un loft en el centro o una bonita casa en los barrios del oeste. 

Mientras atravesaban la Margaret Avenue se encontraron con una chica rubia que corría cojeando por la calle, con la melena enmarañada y completamente aterrorizada. Le faltaba un tacón y ese era el motivo por el que no podía desplazarse más rápido. Will paró el coche en seco, haciendo que Mark tuviese que echar las manos para evitar comerse el salpicadero.

- ¿Qué coño...? - comenzó a preguntar Will al ver la escena, pero no tuvo que esperar demasiado para ver la respuesta.

Al fondo, espléndida, firme, salvaje, atroz, caminaba otra chica rubia que perseguía a la primera con un cuchillo enorme.

- ¡¡Socorro!! - gritó la perseguida - ¡Está loca!
- ¡Mierda! - exclamó Will - Mark, métete en el coche. - le ordenó.
- Pero...
- Métete en el coche, no podemos ayudarla.
- ¿Qué dices?

Will le lanzó una mirada durísima, seria y firme. Por algún motivo, Mark se metió en el coche, obedeciéndole. Will se puso al volante y dio marcha atrás a toda velocidad mientras la chica coja rompía a llorar y caía en el suelo.

- ¡No podemos dejarla! - gritó Mark
- ¡No podemos ayudarla, créeme!
- Por lo menos démosle una oportunidad. - Mark dejó que Will le lanzase una atónita mirada.

Nunca había hecho algo así, no así de rápido. Observó todo lo que había en los lados y vio varios contenedores en el lateral de una de las bocacalles, Mark levantó la mano y canalizó toda su energía hacia el contenedor. Estos salieron disparados contra la atacante, haciéndola caer al suelo. La chica del suelo, se puso en pie de forma rápida y se quitó el tacón, comenzó a correr hacia otra calle tratando de que la segunda chica no la viese. Will arrancó el coche, aun sin entender demasiado bien lo que estaba ocurriendo, y se dirigió a un cruce para cambiar de dirección.

Por el espejo retrovisor pudieron ver como la atacante se desembarazaba de los contenedores y se movía a toda prisa, atrapando a la primera chica. Mark se horrorizó. Will escapó hacia una bocacalle y escondió el coche, apagando el motor y las luces.

- Eres un imbécil, Harris. Nos acabas de meter en un lío de cojones. - le dijo Will.
- ¿Quién es esa tía?
- Esa tía, Mark, es una de las vampiros más locas que he visto. Está como una regadera y sólo tiene ganas de matar. Espero que no nos haya visto.

Un golpe seco en el capó del coche captó la atención.

- Os he visto. - dijo una voz gélida y fría.

Continuará...

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