No hay un lugar mejor

No se me ocurría un lugar mejor para empezar de cero.
Aquella vieja casa en medio del campo tenía un encanto propio de la era victoriana y una mezcla contrastada entre la enorme construcción y la sencillez de flores silvestres.
Las ventanas eran completamente blancas, como la barandilla que adornaba el porche y la larga valla que separaba la carretera principal del terreno. Aquel blanco contrastaba con el precioso color azul cobalto con el que había sido pintada la casa tras la reforma. Había sido una gran inversión pero estaba claro que todos pensaban que era mejor que hubiese seguido en la ciudad en mi piso de siempre.
- No deberías quitar a las niñas de su ambiente, Abril. - me había regañado mi madre una y otra vez. - Ya es bastante duro para ellas.
Sí, había sido duro para todos. Mi marido había fallecido en un trágico accidente de coche. Bueno, eso digo yo siempre porque a las personas parece gustarle, no sé por qué la gente siempre dice "trágico accidente" como si la muerte aleatoria, accidental y repentina de un ser amado pudiese ser cómica, hilarante o hermosa. El caso es que él había muerto y yo me había quedado vacía por dentro desde entonces.
Mis hijas vagaban por casa como almas en pena, las sentía como pequeños ratoncitos silenciosos correteando tristes por el pasillo. 
Todo nuestro piso nos recordaba a él. Era normal, era nuestra casa. La que habíamos comprado juntos, en la que habían nacido las niñas y, de pronto, un día, era un lugar doloroso y extraño.
Las niñas estaban cada día peor y yo no paraba de llorar. Todo el maldito piso me recordaba a él, desde las malditas cortinas mal colgadas en un tarde de prisas hasta el cajón del lavabo que abría mal y que él iba a arreglar enseguida, en cuanto tuviese un hueco.
Un hueco que nunca llegó y que para nosotras se convirtió en un enorme socabón en nuestras almas.
Oía llorar a las niñas por las noches, yo misma me pasaba las noches en vela sollozando.
Una mañana me levanté harta de arrastar a ese fantasma conmigo, cansada de lidiar con miles de recuerdos terribles. Simplemente me cansé, me lié la manta a la cabeza y pensé que a todos nos vendría bien cambiar de aires. 
Hubo quejas, por supuesto, mi madre no iba a dejar pasar aquello sin más, mis amigas protestaron desde la primera a la última, sobre todo porque nos mudábamos demasiado lejos. Y de las niñas, todavía demasiado pequeñas para entender lo que suponía un cambio tan grande, sólo tuve que aguantar dos rabietas hasta que descubrieron que tendrían un cuarto para cada una.
Pese a todo, allí estábamos, ante la puerta de nuestro próximo hogar. Un hogar en el que sólo estaríamos nosotros tres.
Y me recordé a mi misma, un poco, como si fuese una renovada Dorothy en el Mago de Oz, repitíendome a mi misma las palabras: no hay lugar como el hogar. Sabiendo que mi hogar ahora sería este y que el de mi marido, para siempre, nuestro corazón.
FIN
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Nota del autor: Creo que me ha quedado superñoño...pero bueno. No me gusta escribir dramones pero es lo que ha salido. Además tampoco hacer mis miniportadas porque tengo el PC jodido y orden de no instalar nada el portatil. Ya veréis cuando recupere el Photoshop.

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4 Comentarios

  1. Pues chica, tú lo verás ñoño, pero a mí me ha encantado. Triste y esperanzador a la vez. Muy buena la referencia final a 'El Mago De Oz'.
    Bravo. Un besazo.

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    1. Ya sabes que soy mi peor crítica. Me alegra que te haya gustado. No sé, me dio la sensación que era demasiado sentimental.
      Un saludo.

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  2. Precioso... Gran drama, pero como dice Amelie, muy esperanzador :)
    Besos.

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